La Organización Mundial de la Salud define el estrés como cualquier tipo de cambio que provoca agotamiento físico, emocional o psicológico. Cuando el cuerpo está estresado, el sistema nervioso central contribuye a lo que se conoce como la respuesta de “lucha o huida”.
En ese momento el organismo cambia sus recursos energéticos para luchar contra una amenaza a la vida o para huir de un enemigo.
Cómo afecta el estrés a los músculos.
Según la APA, cuando el cuerpo está estresado, los músculos se tensan como una forma de que el cuerpo se proteja contra lesiones y dolor.
Cuando esta tensión se prolonga durante mucho tiempo, puede desencadenar reacciones como dolores de cabeza y migrañas, dolor en la zona lumbar y en las extremidades superiores.
El estrés y las emociones fuertes pueden desencadenar una variedad de síntomas respiratorios, como dificultad para respirar y respiración rápida, ya que la activación del sistema de lucha o huida hace que las vías respiratorias entre la nariz y los pulmones se contraigan.
El estrés agudo, que la APA define como un impacto emocional muy fuerte y repentino, puede causar ataques de asma o hiperventilación, lo que puede provocar ataques de pánico.
El estrés provoca un aumento de la frecuencia cardíaca, contracciones más fuertes del músculo cardíaco y un aumento de la presión arterial.
El estrés crónico, o el estrés constante experimentado durante un período prolongado, según la APA, puede contribuir a problemas a largo plazo con el corazón y los vasos sanguíneos, lo que aumenta el riesgo de hipertensión, ataque cardíaco o accidente cerebrovascular.
En el estómago y el intestino, el estrés puede desencadenar dolor, distensión abdominal, náuseas y otras molestias, además de estar asociado a cambios en la microbiota intestinal.
En casos más severos, el estrés puede desencadenar vómitos, aumento o disminución del apetito, diarrea o estreñimiento.