Puede deberse a embarazos complicados, problemas durante el parto, a un retraso en la maduración del sistema nervioso o simplemente a que el bebé por el motivo que sea no se ha movido lo suficiente. Tono muscular más bajo o más alto de lo normal, pobre equilibrio y coordinación, torpe en los deportes, se tropieza o se choca mucho. Dificultades oculomotoras, de percepción visual y espacial, de concentración, de lateralidad, problemas de lectoescritura, confundir unas letras por otras. Incapacidad para cruzar la línea media con las manos, dificultad para tareas de motricidad fina, muchos movimientos con la boca durante la manipulación. Dificultad para el control de esfínteres. Niños excesivamente miedosos, asustadizos, inseguros, dependientes. La repetición de esos movimientos automáticos/involuntarios una y otra vez hará que los reflejos desaparezcan espontáneamente, o lo que es lo mismo, que se inhiban para permitir movimientos voluntarios, patrones de movimiento más maduros y nuevas habilidades. Cuando esto no ocurre y un determinado reflejo arcaico continúa activo después del primer año de vida, hablamos de que ese reflejo no se ha inhibido. A lo largo del desarrollo esto provocará que ciertas actividades que debería hacer el niño de forma automática le supondrán mucho esfuerzo, pudiendo presentar retraso en el desarrollo motor, alteración del tono muscular, problemas de atención, dificultades de aprendizaje. Cada reflejo tiene una determinada función, pero si no se integra correctamente durante el desarrollo del bebé para permitir la realización de movimientos voluntarios y funcionales no desaparece, interferirá en la correcta maduración del SNC y dificultará la adquisición de nuevas habilidades. Los reflejos primitivos deben aparecer, cumplir su función y desaparecer integrándose en patrones de movimiento más complejos.