Un buen descanso es crucial para el buen funcionamiento cognitivo, regular la frecuencia de respiración, mejorar el estado de ánimo, la salud mental, cardiovascular, cerebrovascular y metabólica de las personas.
Cuando la calidad y la cantidad de sueño no es el adecuado, el proceso de razonamiento y atención de los problemas es más deficitario, aumenta el riesgo de padecer obesidad, enfermedades del corazón e infecciones y también incrementa la posibilidad de sufrir accidentes y lesiones causados por somnolencia y fatiga.
Además, estudios recientes han descubierto que la falta de sueño puede afectar a la eficacia de las vacunaciones y a alteraciones del sistema inmunitario.
Si bien las necesidades individuales de sueño varían, la Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM) y la Sociedad de Investigación del Sueño (SRS) recomiendan que el adulto promedio debería dormir 7 o más horas por noche de forma regular para promover una salud óptima.
Paralelamente, la Fundación Nacional del Sueño (NSF) proporciona recomendaciones consensuadas similares de 7 a 9 horas de sueño para adultos y de 7 a 8 horas de sueño para los adultos mayores.
Es preciso establecer rutinas para el momento de despertarse y el de acostarse.
Por la mañana es ideal disponer del tiempo suficiente para despertarse y prepararse para las actividades diarias, y por la noche propiciar un ambiente y condiciones que promuevan la calma y la relajación.
El dormitorio es una estancia muy importante.
Para tener un buen descanso, se recomienda mantener el dormitorio tranquilo, oscuro, fresco y agradable.
Asimismo, es importante usar la cama solo para dormir o descansar y no destinarla a otras acciones que requieran atención, como ver la televisión u otros dispositivos y leer.